Mi viaje por el viejo mundo ha llegado a su fin... por el momento. Hoy es tiempo de volver a casa, regresar por el maíz y las salsas en la mesa. El camino fue muy grato. Conocí mucha gente que hizo más grande mi corazón y revivió en mí la esperanza de tener un mundo mejor. Personas que nos abrieron las puertas de sus casas para compartir con ellos momentos de vida que nos marcaron a todos.
Viajé con mi novio durante 72 días que se fueron como un río caudaloso. Muy intensos, muy rápidos y sin duda muy hermosos.
Fue un viaje para descubrir un lugar diferente, que tiene un alma propia, que respira y vive a otro ritmo, que suena diferente. El mundo por acá es distinto, hay personas de muchos colores, tan acostumbradas a encontrarse en el día a día que poco reparan en el arcoiris que sus pieles conforman. Muchos idiomas se mezclan para crear un sonido peculiar que me encanta. Quiero aprender a hablarlos todos. Cuando era más chica recuerdo ver a los turistas en cualquier sitio popular y escuchar el canturreo de sus lenguas origen, deseando ser yo la extranjera algún día. Ahora lo fui. Hablar español entre todas esas personas era como un escudo, me aislaba y daba cierta privacidad que en se que en casa no sería posible.
Fue también un viaje de reencuentros que dejaron calientita mi alma... Primero mi papá. Hacía como 10 años que no lo veía de verdad, así en vivo y en directo. Está un poco más gordo que antes debido a los miles de antojos de azúcar que tiene durante el día, un glotón gourmand de primera. Gasta los muchos de los poquísimos euros que tiene en el buen comer. No se arrepiente, lo disfruta con sigular orgullo. Pero sigue siendo el mismo tipo bonachón, un tanto loco y simpático que hacía reir a todos en mi escuela con sus ocurrencias (cabe mencionar que eso antes no me gustaba para nada,ahora es algo que me encanta). También vimos a unos amigos que conocimos hace tres años en otro viaje. Personas que se cruzaron en nuestro camino y con quienes compartimos aventuras inolvidables. Una pareja lunamielera que con sonrisas se nos acercó para nunca alejarse. Ahora son tres. Verlos de nuevo fue increíble. Risas, comida, abrazos, recuerdos y ruidos de bebé crearon la perfecta atmósfera para el reencuentro. Brevemente nos empaparon con su mundo y prometimos encontrarnos de nuevo.
Me gustó mucho esta experiencia, quiero repetirla sólo que la siguiente no regresaré, andaré más lejos pues la curiosidad de ver qué hay más alla me mata. Ahora de nuevo a la Ciudad a preparar las cosas para mi nuevo destino :) me muero por ver qué me depara en tierras San Cristobalenses :) ...
0 pingüinitos han dicho:
Publicar un comentario