miércoles, 30 de marzo de 2016

La vida acá....Capítulo: "El Pueblito"

Aleatorio.


Desde la azotea en la casa del Pueblito.
Hoy salí a practicar aro y Mora me acompañó. Fui a un parque cercano a la casa, es parecido a una privada (de Coapa/Bosques de Aragón o Tasqueña) con callejoncitos, sólo que en estos hay muchos niños jugando afuera. Yo estaba en el callejón más recóndito practicando cuando veo una pandilla de niños en bicicleta, estaban muy felices echando retas. Entre ellos estaba Andrés. Andrés se enamoró de Mora desde que la vio (la había visto una vez antes de esta ocasión). Dijo "pidos"y se acercó corriendo a Moronga. Intentamos jugar a perseguirla, pero "la señorita" no reconoció muy bien a Andrés y se asustó. Tranquilizamos a la perra y el niño se presentó (con Mora), por segunda vez. Los amigos de Andrés lo apuraron para que volvieran a la pista de competencias. Con un poco de pesar Andrés regresó a su bici a proseguir la contienda. De nuevo me puse a practicar. Giro, giro.

-¡Morita!

¡Andrés se acerca a toda velocidad y Mora para la oreja! El niño fue a decirle a sus amigos que ya no quería jugar y se dirige hacia nosotras. Se acercó a la perra y la acarició muuucho tiempo mientras platicábamos. Entre otras cosas, me contó de dos perros que tuvo y cómo lloró cuando se los llevaron, también me explicó -muy serio- la razón por la cual los perros comen pasto. Entre la platica salió a relucir que en su casa había una perrita que se llama Candy. Candy es un chihuahua que les regalaron cuando tenía 2 meses y no sale mucho a la calle.Decidió ir por ella a su casa y corrió a toda velocidad. Regresó acompañado de una minúscula criatura casi del tamaño de una paloma. Me fui acercando poco a poco mientras Candy me miraba emocionada sin saber qué hacer, la toqué y se puso loca, buena onda loca. La verdad para ser un chihuahua es bastante amable y nada neurótica, hizo migas con Mora y jugaron a perseguirse, nos pusimos a jugar con ellas. Estuvo divertido.

Me llama la atención la facilidad con la que hablo con Andrés, tiene como 8 años, me habla de usted y dice las cosas con la frescura característica que tiene la infancia. No sé, los temas salen y no se siente "esa" incomodidad en el silencio entre dos adultos que se están conociendo.

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